Voy a comenzar esta reflexión por la segunda lectura, que me permitirá hablar sobre Dios y la sociedad. San Pablo pide que los cristianos oremos por nuestros gobernantes: Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades. San Pablo encuadra la oración por los gobernantes y autoridades en el contexto de la oración por todos los hombres. Cuando san Pablo escribió estas palabras los cristianos eran una minoría muy pequeña en el mundo, pues la mayor parte de los habitantes del mundo no habían escuchado el Evangelio ni eran creyentes; las autoridades practicaban otras religiones y creían en otros dioses. El apóstol Pablo pide que oremos por ellos, para que aprendan a actuar de tal manera que nosotros los cristianos, que también somos parte de esa humanidad, podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido. Por eso en las preces de los fieles de los domingos incluimos una petición por los gobernantes de nuestro país y del mundo entero. ¿Por qué?
Porque queremos vivir decentemente aquí en la tierra. Es verdad que nuestra morada definitiva es el cielo. Pero también es verdad que el camino al cielo se hace actuando con responsabilidad en la tierra. Los muchos o pocos años que tengamos que vivir en este mundo queremos que transcurran en un ambiente de tranquilidad y paz, de seguridad y oportunidades, de convivencia respetuosa y con cierta seguridad para el futuro. Todos los ciudadanos de un país debemos contribuir, cada uno a su modo, a que la sociedad funcione. Pero especialmente los gobernantes, los medios de comunicación y los gerentes de las grandes empresas inciden con mayor fuerza en la configuración de nuestra sociedad y por eso es necesario que actúen con responsabilidad para buscar el bien común.
Debemos orar para que esto ocurra. Es necesario que las personas con responsabilidades sociales, políticas, legislativas, judiciales, informativas, económicas, culturales y empresariales tomen decisiones y actúen de tal manera que contribuyan a crear las condiciones en las que todos los ciudadanos podamos tener oportunidades de desarrollo personal y familiar. Es importante crear una sociedad de oportunidades; aunque es evidente que no todos sabrán aprovechar las oportunidades que se les presenten. Una sociedad que crea oportunidades para todos, aunque no todos las aprovechen al mismo grado y con la misma calidad, es una sociedad libre, justa e incluyente. Una sociedad que pretende que todos alcancen las mismas metas, desarrollo y progreso es una sociedad sin oportunidades ni libertad ni justicia que acaba generando pobreza para todos. Una genera prosperidad en diverso grado para todos y la otra genera pobreza generalizada para todos, menos para los que gobiernan como dictadores. El ámbito de la cosa pública tiene principios y normas éticas a las que se deben atener quienes lo gestionan. Por eso oramos por quienes gestionan la cosa pública y por los ciudadanos: para que actúen y actuemos con responsabilidad.
El fundamento teológico para esa oración por los que nos gobiernan es que Dios quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos. La salvación que Cristo nos trajo se refiere principalmente al perdón de los pecados y a la victoria sobre la muerte por la resurrección. ¿Qué tiene que ver el bienestar temporal en una sociedad incluyente, tranquila y en paz con la salvación eterna? Mucho. Si bien es verdad que no tenemos en este mundo la morada definitiva, nos hacemos idóneos y capaces de la salvación eterna por el modo como actuamos en este mundo. El camino al cielo se hace en este mundo. El deseo de plenitud de vida y felicidad que nos hace suspirar por llegar al cielo es el mismo deseo que nos motiva a prosperar y mejorar la calidad de vida en este mundo. Es vocación principal de los laicos católicos ordenar las realidades de este mundo según las dinámicas propias del reino de Dios. Es decir, según la ética que rige cada ámbito de la vida.
La política, la economía, el comercio, la educación, la cultura, las comunicaciones, la medicina, la vida familiar, el deporte, la convivencia social tienen sus normas éticas. Si nos esforzamos por conocerlas y las ponemos en práctica, nos esforzaremos por ordenar esas realidades según la voluntad de Dios. San Pablo pide que oremos por los gobernantes, porque ellos tienen una enorme incidencia en la vida de todos; pero todos somos responsables de contribuir al bien común desde nuestro propio ámbito de incidencia.
Hoy hemos escuchado a Jesús que cuenta una parábola desconcertante, pues el protagonista es un administrador corrupto y astuto. Parece que la corrupción no afectaba tanto a su patrón, sino a los clientes de su patrón, a quienes cobraba más de lo debido en las compras que hacían. Cuando el patrón se da cuenta, decide despedirlo, pues abusar del cliente no hace prosperar los negocios. Entonces el administrador convoca a los clientes con deudas y les hace firmar pagarés al precio justo, no al precio abultado, con la esperanza que alguno de ellos le dé después trabajo. Yo no me fiaría de ese empleado.
Finalmente, Jesús hace varios comentarios que tienen que ver con la responsabilidad en las cosas de este mundo. Los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz. Creo que Jesús quiso decir que somos astutos y hábiles para los negocios mundanos, pero no tanto para ganar el cielo y las cosas de Dios. Y luego hace unas recomendaciones sobre el empleo del dinero para alcanzar el cielo. Normalmente Jesús es radical y enseña que las probabilidades del rico de entrar en el cielo son como las del camello de pasar por el ojo de una aguja. En este pasaje lo dice de otra manera que suena menos radical: Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. Lo entiendo así: si eres adinerado, emplea tu riqueza de modo responsable que sirva para bien de muchos y así tu conducta responsable en las cosas de este mundo te hará idóneo para entrar tú también en el reino de Dios. La buena administración de las cosas de este mundo abre las puertas del cielo.
+ Mario Alberto Molina, O.A.R.
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán