Domingo XVII


Acción de Gracias por el Centenario de la creación de la Diócesis de Los Altos

Hoy estamos celebrando una eucaristía de acción de gracias por el centenario de la creación de la Diócesis de Los Altos.  El 27 de julio de 1921 el papa Benedicto XV firmó la bula o decreto papal por el que sustrajo de la jurisdicción del Arzobispo de Guatemala un inmenso territorio en el occidente del país para crear la Diócesis de Los Altos que tendría su propio obispo que la gobernara.  En aquel entonces abarcaba los departamentos de Quetzaltenango, Totonicapán, Huehuetenango, San Marcos, Quiché y Sololá.  Con los años aquella inmensa diócesis dio origen a otras cinco, incluyendo la diócesis de Suchitepéquez-Retalhuleu, y en 1996, la Diócesis madre, más pequeña en territorio, pero con más habitantes que al principio, fue elevada a la categoría de metropolitana, convirtiéndose así en la actual Arquidiócesis de Los Altos, Quetzaltenango-Totonicapán.

El aniversario es motivo de agradecimiento.  Somos Iglesia de Jesucristo.  En esta Iglesia llegamos a conocer el amor de Dios por nosotros, recibimos los sacramentos que nos transmiten la salvación, aprendemos a caminar en esta vida según los mandamientos de Dios mientras dirigimos nuestro deseo hacia la patria definitiva, Dios y su Reino, que nos convocan desde el futuro para gozar de su plenitud.  Hoy escuchamos con alegría la voz del profeta Isaías que nos dice:  No temas; que no desfallezcan tus manos.  El Señor tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti.  Él se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa.

La conmemoración del centenario nos invita en primer lugar a dar gracias a Dios, cuya misericordia y favor, nos han guiado y sostenido durante estos años.  Se han multiplicado las parroquias para el anuncio del evangelio y la santificación de los fieles.  Los colegios y universidades católicos han formado a millares de jóvenes en fe y humanidad.  Las obras de promoción humana realizadas en nombre de la Iglesia han ayudado a centenares de personas y familias a vislumbrar mejores horizontes de vida.  El Señor suscita en jóvenes el deseo de entregarle su vida a Él en el sacerdocio y la vida consagrada.  Debemos seguir pidiendo más obreros para la mies, pues son cada día más numerosas las personas que buscan en Dios sentido de vida y eternidad.

La diócesis nació en circunstancias adversas para la Iglesia, tanto así, que el primer obispo solo pudo llegar a tomar posesión de su cargo siete años después de la creación de la diócesis.  El clero era escaso.  La acción católica, a partir de los años 1940, impulsó la gran obra de la evangelización en nuestro territorio; ese fue un movimiento netamente laical, cuyos miembros encontraron en el evangelio de Jesús el fundamento de su libertad y de su esperanza en Dios frente a los temores y miedos de las creencias heredadas. A ese movimiento debemos la consolidación de la Iglesia en la región.  La gran crisis de la violencia interna a partir de la década de los ‘60 trajo el sufrimiento y la persecución a catequistas y sacerdotes.  La acción católica fue reorientada, en muchos lugares, para ocuparse de la promoción humana y el compromiso social.  Fue consecuencia de una tendencia en la Iglesia de la época, de que primero había que resolver las necesidades temporales de los pobres.  Creo que esa fue la puerta para el crecimiento del evangelismo y la multiplicación de confesiones cristianas.  Pero surgieron otros movimientos que promovieron y mantuvieron el sentido religioso de la vida de los fieles como los cursillos de cristiandad, la renovación carismática y el movimiento familiar cristiano.

Hoy enfrentamos el reto de una nueva evangelización.  La cultura secular que prescinde y arrincona a Dios exige que fortalezcamos nuestras razones para creer, que renovemos el ardor evangelizador, que vivamos con coherencia y solidaridad.  Es necesario que los laicos asuman su papel de ordenar las realidades de este mundo, la familia, la cultura, la economía, la política, según las dinámicas del reino de Dios.  Pero esos laicos necesitan la motivación religiosa que viene de la fe y la visión clara del cielo como futuro y meta para quienes caminan fielmente en la tierra.  A medida que la cultura se descristianiza y se promueven estilos de vida contrarios a la voluntad de Dios, los cristianos tendremos que aprender a vivir a contra cultura y a sufrir por Cristo y el evangelio el hostigamiento social.  Pidamos al Señor su bendición y su gracia. 

La celebración del centenario es ocasión para agradecer a los católicos de esta Arquidiócesis de Los Altos su fe, su testimonio, su colaboración en la tarea evangelizadora de la Iglesia.  Agradezco a las religiosas y consagradas el aporte que hacen a la vida de la Arquidiócesis desde sus carismas particulares:  sea la vida de oración y adoración o su trabajo en la educación, la salud, el cuidado de personas en situación especial y la pastoral parroquial.  Agradezco a los sacerdotes mis colaboradores su entrega y abnegación para servir en las parroquias y ministerios a los que han sido asignados.  Trabajemos para crecer siempre en unidad y santidad.  Que Dios suscite en muchos jóvenes el deseo de encontrar el sentido de su vida y su felicidad en su consagración al Señor en el sacerdocio.  Dios los necesita, jóvenes, como colaboradores en la realización de sus designios de salvación.

Con las palabras de san Pablo elevemos a Dios un cántico de agradecimiento y bendición.  Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales.  Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados, para que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza.  Ese es el misterio de la Iglesia; esa es su función y misión principal.  Lograr que a más y más personas llegue el anuncio del evangelio, para que, aceptándolo con la fe y los sacramentos, puedan gozar del amor de Dios y esperar la resurrección futura.  Vivamos unidos a Cristo como los sarmientos están unidos a la vid.  Recibamos de Cristo su gracia y respondámosle con las buenas obras de nuestra caridad, para que podamos seguir siendo testigos de su Reino en esta Arquidiócesis de Los Altos.

+ Mario Alberto Molina, O.A.R.
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapá