El relato de la visita de Jesús a la casa de las hermanas Marta y María es propia del evangelista san Lucas. Sin embargo, esas dos hermanas, junto con otro hermano llamado Lázaro, también tienen su protagonismo en el evangelio de san Juan, cuando Cristo visita la casa con ocasión de la muerte de Lázaro y lo devuelve a esta vida. En otra escena y al parecer en otra visita, María unge los pies de Jesús con un perfume muy fino. Se trata, pues de una familia que debió ser muy cercana a Jesús, que le ofrecía hospedaje en sus viajes a Jerusalén. Eran discípulos de Jesús desde sus casas; no lo seguían por los caminos. Fueron discípulos que no dejaron casa y familia para seguir a Jesús, sino discípulos que desde su casa y su trabajo cotidiano dieron testimonio de su fe en Jesús. La mayor parte de los discípulos de Jesús hoy son como ellos. Se mantienen en sus casas y con su trabajo tratan de ordenar las realidades de este mundo según Dios y apoyan la obra de la evangelización. Sin embargo, ahora como entonces, Jesús también necesita de discípulos que dejen casa y familia y se dediquen tiempo entero a colaborar con él en la tarea de la evangelización y la formación de esos discípulos que se quedan en casa.
Con ocasión de esta visita que narra el evangelista san Lucas, las dos hermanas se comportaron de modo muy diverso para acoger y recibir a Jesús. Marta se ocupó de las faenas del hogar: de disponer la preparación de los alimentos, de buscar el lugar donde pudiera descansar toda la gente que venía con Jesús, de prepararles el aseo personal. La otra hermana, María, se ocupó de escuchar a Jesús. Se sentó a sus pies y se puso a escuchar su palabra. A Marta no le agradó para nada esa actitud. Pensó que era holgazanería de parte de su hermana, hasta el punto de que se quejó con Jesús, pensando que el Maestro le daría la razón: Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude.
Pero sorprendentemente Jesús aprobó la actitud de María: Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la parte mejor, y nadie se la quitará. Incluso se puede añadir que Jesús estimó más la actitud de María que la de Marta. Pero ¿en qué consiste esa parte mejor que María escogió? ¿Esa parte mejor que María eligió es también la única cosa que Jesús dijo a Marta que era necesaria? ¿Qué valor tiene todo el afán de Marta por el servicio físico a Jesús? ¿Quién le puede quitar a María esa mejor parte y quién la ayuda para que la conserve? Estas son preguntas cuyas respuestas no están evidentes en el relato.
María se sentó a los pies de Jesús, como una discípula. Creyó que la mejor acogida que podía dar a Jesús era la escucha de su palabra, de su enseñanza, de su evangelio, y no tanto la atención a sus necesidades corporales. Jesús aprobó esa decisión. Es posible que aquí tengamos un criterio de ayuda al discernimiento. El relato del juicio final según el evangelista san Mateo describe cómo las naciones que comparecen ante el rey para el examen del juicio final. Son admitidos al banquete del reino los que han socorrido a los hambrientos y sedientos, a los enfermos y encarcelados, a los migrantes y desamparados. Jesús dice que quienes actuaron para socorrer de ese modo a los necesitados, en realidad lo socorrieron a él. Muchos consideran que ese pasaje propone la norma única y absoluta de vida cristiana y de salvación. Sin embargo, hay otros pasajes, en los que la alabanza de Jesús va en otro sentido: Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 11,28). El que escucha mis palabras y las pone en práctica es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca (Mt 7,24). El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea se condenará (Mc 16,16). Según estos textos, Jesús valora más que escuchemos su palabra, que creamos en él, y sí, que también lo socorramos en los necesitados. Jesús prefiere ser escuchado que servido. Y acepta ser servido en los necesitados no como sustituto de la fe en él, sino como expresión de la fe en él.
Jesús le reprocha a Marta que se ocupa de muchas cosas, pero que solo una es necesaria. En otra ocasión, Jesús desarrolló una enseñanza parecida. No se inquieten diciendo: ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? Esas son las cosas por las que se preocupan los paganos. Ya sabe el Padre celestial lo que necesitan. Busquen primero el reino de Dios y hacer su voluntad, y todo lo demás les vendrá por añadidura. (Mt 6, 31-33). Lo único necesario es buscar a Dios y cumplir su voluntad. Marta estaba preocupada por la comida, la bebida y el alojamiento para Jesús y sus acompañantes; para Jesús, lo único importante es que busquemos a Dios y que cumplamos su voluntad. María, sentada a sus pies expresó ese deseo de su corazón.
Ciertamente la comida, el vestido, la vivienda y la salud son necesidades reales, que cada uno de nosotros debe procurar satisfacer por medio del trabajo. Debemos procurar también que en la sociedad se den las condiciones y oportunidades para que todos puedan trabajar. Debemos también estar atentos para socorrer a los que no pueden satisfacer por sí mismos estas necesidades temporales. Pero ninguna de estas cosas, comer o no comer, vestir o andar desnudo, determina nuestra salvación ante Dios. Hacer de la satisfacción de las necesidades temporales el principal objetivo y meta de la vida es contrario al modo como Jesús nos manda vivir. Focalizar de tal manera la atención en las necesidades temporales que nos olvidemos de la necesidad de eternidad, de sentido y de Dios significa encerrarnos y encerrar a los demás en la burbuja de la temporalidad, de la mundanidad. Cuando satisfacemos las necesidades temporales nuestras y del prójimo nunca debemos perder de vista la meta de la eternidad. Y al revés también. Nunca podemos tener la mirada tan fija en el cielo y en Dios que nos olvidemos de las realidades de este mundo y las necesidades de la temporalidad. Pero el sentido de nuestra vida y la salvación solo nos vendrá desde la eternidad de Dios. Eso es lo único necesario y esa es la mejor parte que María eligió. Creo que esa es la enseñanza de este pasaje de la visita de Jesús a la casa de Marta y María.
+ Mario Alberto Molina, O.A.R.
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán