Este cuarto domingo de pascua se conoce con el nombre de “Domingo del Buen Pastor”. Pero si nos atenemos al pasaje del evangelio que hemos escuchado hoy, más bien deberíamos llamarlo “Domingo de la Puerta”. En efecto, en el capítulo 10 del evangelio según san Juan, Jesús desarrolla una amplia enseñanza. Nosotros hemos escuchado hoy solamente el comienzo de esa enseñanza en el pasaje del evangelio. Jesús cuenta una parábola, en la que explica que los verdaderos pastores del rebaño entran a buscar sus ovejas por la puerta del corral, mientras que los ladrones saltan la barda por donde nadie los ve. Una vez dentro del corral, el pastor llama por su nombre a las suyas, y las saca por esa misma puerta para llevarlas a pastos que las alimenten y les den vida. Entonces por dos veces Jesús se designa a sí mismo como la puerta: Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Más adelante en esta misma enseñanza Jesús se designará como el buen pastor, y otros años leeremos esos pasajes, de donde le viene el nombre a este domingo. Pero en este pasaje de hoy, Jesús se designa a sí mismo como puerta. Así que vamos a reflexionar sobre esta imagen de la puerta para que entre el pastor y para que salgan las ovejas.
¿Qué quiso decir Jesús? Él mismo lo explica. Todos los que han venido antes que yo son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Por una parte, él es puerta en el sentido de que es la medida ante quien se reconoce el verdadero pastor. Así como el verdadero pastor se identifica con el portero en la puerta y comprobada su identidad lo dejan pasar, así los pastores que Dios ha puesto para cuidar a su pueblo deben identificarse como auténticos ante la puerta que Jesús. Otros han venido antes que él, que son ladrones y bandidos. ¿Quiénes son esos? En el contexto de todo el evangelio, Jesús censura así a los líderes de Israel que se han aprovechado de su cargo para beneficio propio y no del pueblo. Jesús habla de los que vinieron antes que él, pero nosotros que leemos sus palabras muchos siglos después, también podemos leer en las palabras de Jesús una crítica a los dirigentes de las comunidades, sean obispos o sacerdotes, o también los laicos que participan en la misión de los sacerdotes con algún cargo o ministerio pastoral, que han utilizado sus cargos para ventaja propia, para beneficio propio, y no para el bien de las ovejas de Jesús. Cuando se pierde la ilusión por el ministerio, cuando se pierde la identidad con Jesús, cuando se pierde la alegría de creer, el pastor se convierte en funcionario de lo sagrado, que muchas veces espanta a las ovejas que no reconocen en él al auténtico pastor. Lamentablemente los ladrones y bandidos no solo vinieron antes de Jesús, también han venido y siguen viniendo después. Esto nos exige a quienes hemos sido llamados a este ministerio a que tengamos siempre como referencia a Jesús, para identificarnos ante él cada día, antes de pasar a llamar a las ovejas. Jesús es la medida ante quien debemos comprobar nuestra autenticidad. Hoy oramos también por las vocaciones al sacerdocio y los seminaristas, para que tengamos suficientes sacerdotes para atender al rebaño del Señor.

Pero Jesús es también la puerta de las ovejas. Quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. En la parábola se dice que el pastor saca a las ovejas por la puerta, las reúne fuera del redil y las guía para llevarlas a pastos abundantes. Aquí la imagen cobra otro significado. Jesús es la puerta de salida para las ovejas en cuanto que solo él es la puerta que conduce a la vida. No hay otro salvador. Buscamos la paz, la alegría, la esperanza, el sentido de vida. Y la gente recurre a docenas de instancias en busca de esa salvación. Recurre a curanderos, a personas que se hacen llamar maestros espirituales, guías y consejeros; se somete a ritos y ceremonias sin otra credibilidad que la tradición cultural. Pero ninguna de estas cosas es capaz de dar lo que ofrece Jesús. Él es tajante y reivindica para sí con fuerza ser él solo la puerta. No es una entre tantas puertas, es la única. Eso de que todas las religiones, espiritualidades y ritos son igualmente buenos para llevar a la salvación es una opinión que Jesús habría rechazado tajantemente. Solo él es la puerta. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará. Y como para reivindicar la exclusividad añade, el ladrón solo viene a robar, a matar y a destruir.
Y finalmente declara: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. La vida de la que habla Jesús es principalmente la vida de Dios, la vida eterna. Comienzan a tener esa vida ya desde ahora quienes creen en él, quienes ponen su fe en Jesús, quienes reciben de Jesús el don del Espíritu y de ese modo saben que poseen desde ahora una vida que alcanza su plenitud más allá de la muerte. Hay algunos que hacen una lectura reductiva de esta frase de Jesús. Cuando Jesús dice que él da la vida en abundancia, esas personas piensan en esta vida temporal, como si Jesús dijera que él vino sobre todo a traer salud corporal, vivienda, educación, integridad psicológica, justicia y oportunidades de desarrollo. Todas estas cosas son buenas y ciertamente contribuyen al bienestar de las personas y el deseo de superación en cada uno lo alienta a buscar estas condiciones de vida temporal más plena. Pero afortunadamente, la vida que Jesús vino a traer en abundancia se puede obtener incluso si todos estos otros componentes de la vida temporal todavía no han sido satisfechos del todo. Porque incluso desde la enfermedad, desde la pobreza, desde la injusticia padecida la vida puede tener sentido y esperanza en Dios.
Es lo que nos enseña san Pedro en la segunda lectura de hoy. Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas. El camino de Jesús a la resurrección se hizo a través del sufrimiento injusto, a través del rechazo incrédulo. Eliminar el sufrimiento es deseable, pero no siempre es posible; superar la pobreza es encomiable, pero no siempre factible. No por eso la vida deja de tener sentido, porque ese fue el camino de Jesús que lo llevó a la vida, y unidos a él, todos podemos alcanzarla con él. Por sus llagas ustedes han sido curados, porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas. Que los pastores sepamos entrar por la puerta que es Jesús para que las ovejas puedan salir por la puerta que es Jesús a los pastos de la vida eterna.