La parábola llamada del “buen samaritano” se encuentra solo en el evangelio según san Lucas, en su capítulo 10. Es una parábola llena de ironías. Es un doctor de la ley, un experto en la Sagrada Escritura, quien pregunta a Jesús acerca del mandamiento principal. Era una pregunta importante en aquel tiempo entre los estudiosos de la ley de Dios para identificar qué le importa más a Dios: que se cumplan los mandamientos relacionados con el culto y el rito o los mandamientos relacionados con la conducta y el trato de unos con otros. Por lo tanto, habría que ver con cierta normalidad que el doctor de la ley le hiciera la pregunta a Jesús. El Señor, sin embargo, sabe que quien le pregunta es un maestro fariseo, que dará más importancia a los mandamientos que tienen que ver con las relaciones humanas que a los mandamientos que tienen que ver con los ritos del culto. Por eso lo invita a darse él mismo la respuesta. Y el maestro da una respuesta que recibe toda la aprobación de Jesús. El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo.” Tras aprobar su respuesta Jesús lo invita a ponerla en práctica: Si haces esto, vivirás.
Pero una cosa es tener conocimiento de los mandamientos de Dios y otra muy distinta dejarse guiar por ellos en la propia conducta. El doctor dice que no sabe quién es su prójimo. El evangelista explica que, si bien la primera pregunta podría haber surgido de la buena fe y del deseo de conocer la palabra de Dios, la segunda pregunta surgía del propósito de debilitar la fuerza del mandamiento de Dios. El doctor hizo la pregunta para justificarse, es decir, para presentar una excusa de por qué no había cumplido el mandamiento hasta ahora. Sea como fuere, la segunda pregunta del doctor le dio a Jesús la oportunidad de enseñarle a él y a nosotros quién es el prójimo. Jesús lo hizo contando una parábola. Con la parábola Jesús cambió el significado de la palabra “prójimo”. Si uno podía pensar que prójimo es el que está cerca de mí, el que pertenece al círculo de mis relaciones familiares y sociales; Jesús enseñará que prójimo es también aquel al que yo me acerco e incluyo en mi círculo de interés. Prójimo no es solo el que ya está en el círculo de mis preocupaciones y cuidados, sino que es también aquel al que yo me acerco para incluirlo.
Jesús inventa un relato y sus personajes. El primero es un hombre que bajaba por el transitado camino que va de Jerusalén a Jericó. Jesús no da ninguna identidad étnica, social o religiosa del hombre. Es un ser humano, basta. El hombre va a pie. Unos maleantes lo asaltan, lo despojan de sus bienes y lo dejan malherido. No puede valerse por sí mismo; necesita que lo auxilien y lo rescaten. Depende de la buena voluntad de quienes pasen a su lado.
Los dos primeros transeúntes que Jesús hace pasar junto al hombre malherido son dos funcionarios del culto del templo de Jerusalén: un sacerdote y un levita. Los levitas eran ministros de rango subordinado al sacerdote. No queda claro por qué Jesús eligió precisamente a esos dos personajes para ejemplificar una conducta censurable. Quizá para mostrar que uno puede estar tratando todo el día las cosas de Dios y tener el corazón alejado de su palabra y voluntad. Una advertencia para todos.
Si el sacerdote y el levita ocupan un puesto distinguido en la valoración social y religiosa de la gente del tiempo de Jesús, el tercer personaje ocupa el último lugar. Es un hombre que los judíos consideraban de raza impura, herejes en lo que al culto a Dios se refiere, y gente de la que había que alejarse para evitar el trato. Pues este es el personaje que se acerca al hombre malherido: un samaritano. Aquel de quien todos se alejan es el que se acerca para compadecerse y sanar. Cura las heridas del hombre maltratado, lo levanta del camino y lo conduce a una posada y paga por adelantado los gastos del hospedaje y curación.
Llega el momento de confrontar al doctor con la respuesta a su pregunta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones? El doctor de la ley debió sentir que la pregunta le desbarataba todos sus esquemas. Fue noble y honesto para responder, pero evitó identificar al hombre bondadoso por su etnia y religión, lo identificó por su obra. El que tuvo compasión de él. Prójimo no es solo el que está cerca de ti, que pertenece al círculo de tus relaciones, sino también aquel al que tú te acercas con compasión para incluirlo en el círculo de tus preocupaciones y cuidados.
La Iglesia ha propuesto un pasaje del libro de Deuteronomio para acompañar este pasaje. Es un pasaje en el que Dios dice con apremiante motivación: todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos. No son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. Los mandamientos de Dios nos enseñan a evitar la conducta que nos destruye como personas y como comunidad y nos indican la conducta que nos construye como personas y como comunidad. Dios nos ha dado los mandamientos no para que nos sintamos oprimidos por ellos, sino para que tengamos una guía que nos enseñe a crecer en humanidad y santidad.
Y la lectura de san Pablo a los colosenses nos muestra que Cristo es el gran y principal mandamiento de Dios. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo. Con él nos debemos configurar, a él nos debemos unir, en él encontraremos nuestra plenitud. Este himno de alabanza a Cristo lo presenta como aquel que está al principio de la creación y es la meta y la cumbre de todo lo que existe. Cristo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en él tienen su fundamento todas las cosas. Con estas palabras nos enseña que Cristo está al origen, en el sentido de que toda la creación tenía por objeto que el Hijo de Dios se hiciera hombre y creatura. Pero también Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles paz por medio de su sangre. Es decir, también toda la creación, y nosotros en ella, encontraremos nuestro descanso y plena realización en Cristo y con Cristo. De principio a fin Cristo es todo.
+ Mario Alberto Molina, O.A.R.
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán